Empieza el espectáculo de las ilusiones sonoras.
En el ecosistema del podcast ya afloran ficciones donde el voloteo de un pájaro haciendo círculos en el cielo, le hace a uno girar la cabeza tanto o más que la niña del exorcista, y donde el sonido de una llamada de móvil alerta tus sentidos hasta que te percatas de que no es el tuyo, y que además físicamente lo que estás buscando no existe.
Se tratan de ilusiones sonoras donde la ficción se cuela fácilmente en tu realidad cotidiana.
Los creadores de estas ficciones ponemos al oyente (con auriculares) en medio la escena, y a su alrededor desplegamos toda la historia. El oyente se convierte en un personaje invisible, en un voyeur sonoro o una voyeuse sonora.
El hecho de que el sonido tenga movimiento, de que tenga espacialidad, de que se mueva libremente por los 3 ejes de las coordenadas X,Y, y Z nos lanza a explorar nuevas dimensiones, llenando el espacio de sonidos y emociones a lo Jimmy Hendrix. Pasos que se acercan, voces a diestro y siniestro… … barrido de voces con oído selectivo… …realismo y abstracción… …transiciones convertidas en puros torbellinos…. …sonidos placenteros desfigurados en penetrante inquietud… drones flotantes…
En una exposición de la Caixa, a principios de los noventa, había una instalación en la que había una pared blanca con una puerta blanca cerrada, al otro lado de ésta se escuchaba una pelea doméstica. Se trataba de una grabación donde un hombre y una mujer se chillaban, donde se rompían platos…. Arrancaba de algo real, la puerta, y tras ella nos confrontaba a una historia real e irracional al mismo tiempo. Ahora podemos abrir esa puerta y conseguir que la imaginación siga bombeando la sangre al ritmo sugerido por la trama y provocar respuestas autómatas sensoriales.
Recuerdo que de niña nos cuidaba una mujer -amante de niños, perros y plantas- que todos los días como hacia las cinco de la tarde ponía su radio novela “Ama Rosa o Simplemente María”. Y si las 5pm nos pillaban en el pinar del camino viejo de Pozuelo, enseguida buscábamos unas piedras planas donde Esther, la cuidadora, pudiera sentarse y así comenzar el ritual del círculo hipnótico alrededor del transistor negro con antena color plata. Algo mágico te envolvía. El pinar dejaba de existir.
Hoy en día, el sonido espacial ha aumentado la capacidad de inmiscuirse y desplazar la realidad que nos rodea, convirtiéndonos en el perfecto invitado invisible.